... y para ello no hubo flores, mariposas ni pajaritos cantores.
En el Jardín de Ío se recibió a la estación electrizante el 14, porque fue el último día hábil antes de las vacaciones acostumbradas.
El espectáculo fue muy bien diseñado, y mejor realizado. El guion --cuya autoría desconocemos-- fue claro y con ilación de principio a fin. La narración nos condujo por distintas culturas: maya y totonaca desde la creación del mundo hasta los rituales modernos.
La propia historia dio pie para armar --ellos-- y comprender --nosotros, los espectadores-- el porqué de cada color, de cada elemento.
Es importante mencionar también la importancia de la iluminación, que les dio a los pequeños actores, desde el inicio, un ambiente de profesionalismo que sinceramente no esperábamos los ansiosos padres.
Por otro lado, cada número fue armado con coreografías y trayectorias que --dicen las maestras-- fueron autoría de los mismos niños, en gran medida. Cabe destacar el carácter metafórico, y por lo mismo conmovedor de algunas representaciones, como es el caso de los sembradores que siembran y ven crecer su plantación.
La danza moderna, obviamente mezclada con pasos infantiles, fue el denominador común que nos mostró de qué son capaces los niños cuando se tiene detrás un apoyo profesional y paterno conjugados hacia un mismo fin.
En suma, el esfuerzo tuvo grandes frutos, y estamos muy contentos por los descubrimientos sobre nuestros niños que, por lo pronto, contemplamos extasiados ese 14 de marzo.
Tiempo fue lo que faltó para aplaudir.
P.D. El vídeo, en proceso. Les presentamos, por lo pronto, nuestra mejor fotografía.
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