Sin embargo, reconocemos que a últimas fechas hemos dejado un poco de lado las actividades relacionadas con ese tema debido --me imagino, al tratar de buscar explicaciones-- a que Ío ya ha comenzado a descifrar sola palabras y frases enteras, y que su interés parece no decrecer.
Sin embargo, hoy que asistí a una plática en el Jardín Experimental, recuerdo que es algo que no debe cesar: el placer de leer juntos y sobre todo de que los esfuerzos hacia Bruno todavía no deben caer.
En la plática nos decían acerca de la importancia de que los niños tengan otros referentes para poder explicar lo que sienten "dentro", y eso me trajo a la memoria aquel famoso 30 de enero de 2007, cuando durante una fiesta ocurrió lo siguiente:
Ío y Bruno habían conseguido sendos globos, que en un principio se encontraban en el techo. Le dijimos a Ío que amarrara el suyo a su silla, e igual Bruno. Sin embargo, durante el episodio de la piñata y la recogida de dulces, una niña agarró el globo de Ío. Obviamente yo no me iba a poner a pelear con una niña, que además parecía algo menor que ella. Entonces le dije: "Ío, si no vas y se lo quitas, se va a quedar con él; tienes que defenderte sola".
(Imagino que haciendo un gran esfuerzo, pues no acostumbra la violencia con otros niños), Ío fue y se lo quitó. La niña, como se imaginarán, se puso a llorar pero yo estaba algo tranquila de que el llanto ése ya no me tocaba a mí enjugarlo. Toda rubicunda, me dijo "sentí que mi pajarito del alma abría el rincón de lo malo". Esta última palabra la dijo con una emoción especial, con un tono precisamente como de maldad.
¿Por qué viene al caso esta anécdota? Es que hace tiempo leímos con ella (durante varias noches, eso sí) el libro El pájaro del alma, de Mijal Snunit, editado por el Fondo de Cultura Económica. Es un libro muy espiritual, que nos habla sobre lo que sentimos y cómo podemos externarlo. Amén de las ilustraciones, transcribo aquí algunas partes que alguien más se ha dado a la tarea de transcribir:
Hondo, muy hondo, dentro del cuerpo habita el alma.
Nadie la ha visto nunca, pero todos saben que existe.
Y no sólo saben que existe, saben lo que hay en su interior.
Dentro del alma, en su centro, está, de pie
sobre una sola pata, un pájaro: el pájaro del alma.
Él siente todo lo que nosotros sentimos.
Cuando alguien nos hiere, el pájaro del alma
vaga por nuestro cuerpo, por aquí, por allá,
en cualquier dirección, aquejado de fuertes dolores.
Cuando alguien nos quiere, el pájaro del alma salta,
dando pequeños y alegres brincos, yendo y viniendo,
adelante y atrás.
Cuando alguien nos llama por nuestro nombre (...)
Cuando alguien se enoja con nosotros, se encierra
en si mismo silencioso y triste.
Y cuando alguien nos abraza, el pájaro del alma,
que habita hondo, muy hondo, dentro del cuerpo (...)
Hasta ahora no ha nacido hombre sin alma.
Porque el alma se introduce en nosotros cuando nacemos,
y no nos abandona ni siquiera una vez mientras vivimos.
Como el aire que el hombre respira
desde su nacimiento hasta su muerte.
Seguramente quieres saber de qué está hecho
el pájaro del alma. ¡ah! Es muy sencillo:
está hecho de cajones y cajones,
pero estos cajones no se pueden abrir así nada más.
Cada uno está cerrado por una llave muy especial.
Y es el pájaro del alma el único que puede abrirlos.
¿Cómo? (...)
Un cajón para la alegría y un cajón para la tristeza,
un cajón para la envidia y un cajón para la esperanza,
un cajón para la decepción y un cajón para la desesperación,
un cajón para la paciencia y un cajón para la impaciencia.
También hay un cajón para el odio y otro para el enojo,
y otro para los mimos. Un cajón para la pereza
y un cajón para nuestro vacío,
y un cajón para los secretos más ocultos,
(éste es un cajón que casi nunca abrimos).
Y hay más cajones.
También tú puedes añadir todos los que quieras.
A veces el hombre puede elegir y señalar al pájaro
qué llaves girar, y qué cajones abrir.
Y a veces es el pájaro quien decide. (...)
Y sucede que el hombre sin desearlo siente celos;
y sucede que quiere ayudar, y es entonces cuando estorba.
Porque el pájaro del alma no es siempre obediente,
y a veces causa penas...
De todo esto podemos entender que,
cada hombre es diferente
por el pájaro del alma que lleva dentro.
Un pájaro abre cada mañana el cajón de la alegría;
la alegría se desparrama por el cuerpo,
y el hombre está dichoso. Otro pájaro abre, en cambio,
el cajón del enojo; el enojo se derrama,
y se apodera de todo su ser.
Y mientras el pájaro no cierra el cajón,
el hombre continúa enojado.
Un pájaro que se siente mal (...)
Y lo que es más importante:
hay que escuchar atentamente al pájaro.
Porque sucede que el pájaro del alma nos llama,
y nosotros no lo oímos. ¡Qué lástima!
Él quiere hablarnos de nosotros mismos,
quiere platicarnos de los sentimientos
que encierra en sus cajones.
Hay quien lo escucha a menudo.
Hay quien rara vez lo escucha.
Y quien lo escucha sólo una vez.
Por eso es conveniente ya tarde (...)