21 septiembre, 2010

Del afecto y el diminutivo

¿Quién no ha utilizado el diminutivo para dar un matiz cariñoso a un apelativo? Por ejemplo, llamar al pequeño: "mi pequeñito" (con caricia y beso de por medio), "mi amorcito", "mi cosita", "mi hermanito", etc. Ya con la experiencia de por medio, utilizamos este mismo sufijo para la otra aplicación gramatical, que es el expresar un tamaño pequeño, así decimos "chamarrita", "cochecito", "manitas". Ya no sé si el adulto siempre implica algo más que tamaño ínfimo, como afecto. Lo que sí ocurre es que en ocasiones se desea expresar cierto desprecio o burla.

El otro día estábamos en casa Bruno, Ío y yo y me quejaba de las picaduras de unos insectos a los que por aquí se llama "chaquistes", y ellos me preguntaban qué me picó. Yo les dije "estos animalitos", lo cual causó cierta sorpresa grata en ellos; repitieron la construcción: "ja, animalitos". Entonces les dije bueno, "estos mosquitos". Respondió Bruno: "moscos horribles, y se quieren hacer los lindos". Fue así como recapacité en el distinto matiz que dan los niños al diminutivo en relación a los distintos usos que les damos los adultos.

Y me quedé pensando en la terminación -tzin de nuestro náhuatl, que aunque gramaticalmente significa diminutivo (mistontzin = gatito), también implica otros semas: [+reverencial], [+respeto] como la ya clásica y muy conocida Tonantzin (nuestra madrecita [+adorada], [+respetada] y [+reverenciada]), entre otros símbolos dignos de respeto.

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